Hace medio siglo se programó el primer antivirus informático de la historia: Reaper (segadora), para hacer frente a Creeper (enredadera), el primer virus. Desde entonces, las amenazas han evolucionado a la par que la tecnología ha penetrado en nuestro día a día. Los antivirus han tratado de adaptarse a los desafíos que surgen, pero su nivel de complejidad hace necesario que los usuarios no puedan simplemente delegar en una herramienta de protección, sino que tienen que desempeñar un papel de forma activa y tomar medidas de precaución mientras utilizan sus dispositivos. “Mucha gente piensa que, por pagar por un antivirus, los va a proteger automáticamente, pero no tiene por qué ser el caso. No por invertir en ello van a estar protegidos”, plantea Josh Brunty, forense digital y profesor de la Universidad Marshall (Virginia Occidental, EE UU).
Ángela García Valdés, técnica de Ciberseguridad para Ciudadanos del Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE), insiste en que deberíamos tener un antivirus “en todos nuestros dispositivos, incluso en los televisores inteligentes (smart TV)’’, aunque, coincide en que ‘’eso no quiere decir que tengamos todo asegurado. Tenemos que seguir haciendo un uso seguro y responsable de internet”. Ese uso responsable incluye las contraseñas difíciles de averiguar, el doble factor de autenticación allá donde sea posible activarlo, la descarga de aplicaciones solo de las tiendas oficiales (Play Store y App Store, según el sistema operativo) y evitar acceder a páginas web no fiables.
“El antivirus te va a resolver problemas que no son ataques complejos, pero, si elimina un virus sencillo que te puede amargar un día, ya ha merecido la pena tenerlo instalado”, explica Javier Tobal, experto en ciberseguridad y perito judicial informático. “¿Qué esfuerzo necesitas para instalar un antivirus? Tardas dos segundos”, insiste.
Sin embargo, algunos expertos como Josh Brunty consideran que el sistema que incluyen de fábrica las empresas de software, como Windows Defender, es suficiente si se llevan a cabo medidas de protección complementarias, por lo que no es imprescindible instalar un antivirus de terceros, y mucho menos una versión de pago, puesto que las amenazas han evolucionado tanto que entenderlas es lo realmente fundamental.
Las empresas de software antivirus defienden que sus productos ofrecen “capas adicionales de seguridad a las que tiene el sistema operativo de por sí”, como explica Josep Albors, director de investigación y concienciación de la compañía de seguridad informática ESET en España. “Siempre te dan la posibilidad de comprar uno de pago; por algo será…”, sugiere. Esa versión ampliada suele incluir la posibilidad de recibir soporte técnico en el propio idioma y desde el mismo país en casi cualquier momento, la instalación de parches o funciones de gestión remota. Albors lamenta: “Este servicio pocas veces se valora hasta que pasa algo”.
Brunty advierte que, al solicitar los servicios de un antivirus “puedes estar duplicando lo que ya tienes, algo que ya está integrado (como en el caso de Defender), al menos si está bien activado”. Sin embargo, Albors plantea qué ocurre con aquellas herramientas que son propias del sistema y que son utilizadas por atacantes para conseguir sus objetivos: “Eso no son malware o virus, son herramientas que el propio Windows tiene, por ejemplo, y son utilizadas en muchos ataques, cada día más. ¿Cómo detectas eso? Con Defender, no, sino con herramientas de análisis y detección de acciones maliciosas”. Y añade: ”Quizá a un atacante le resulta mucho más fácil saltarse un sistema integrado en el propio sistema operativo, que un sistema de terceros que están especializados en ciberseguridad”.
Europa es la segunda región con mayor cuota de mercado de antivirus, por detrás de Estados Unidos, según el informe Mercado Global del Software Antivirus 2021: COVID-19 Crecimiento y Cambio”, de ResearchAndMarkets.com. Este mercado movió más de 3.000 millones de euros en 2021, según este mismo informe, y se prevé que el negocio aumente hasta los 4.300 millones de dólares en 2025. Según un estudio elaborado por Security.org, los hogares estadounidenses que pagan por un antivirus superan en casi 10 millones a los que tienen una versión gratuita instalada. La misma compañía calcula que el 8,9% de los usuarios con una versión gratuita sufrieron algún malware en 2021, mientras que esa cifra fue del 7,4% de los que contaban con una de pago.
Según el mismo estudio, tres de cada cuatro usuarios en EE UU siguen utilizando un antivirus a pesar de que cada vez más compañías de software ofrecen este servicio, como Microsoft. Para Javier Tobal, precisamente el servicio antivirus de esta tecnológica “sale muy bien en los análisis independientes, igual que el de Macbook. Lo bueno que tiene es que lo activas y te olvidas y no ofrece una protección mucho más baja que los demás”.
Valdés recuerda que los antivirus ”ofrecen muchos más servicios: sirven de cortafuegos, incluyen filtros antispam, optimizan el rendimiento de los equipos, algunos tienen analizado direcciones web, e incluso herramientas de control parental. De ahí que cada usuario tenga que ver lo que quiere o necesita”.
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EL PAÍS - Tecnología